lunes, 30 de noviembre de 2009

CARTA ABIERTA A DON JOSÉ BONO

Con todo el respeto y consideración que me merecen su persona y su cargo, quisiera decirle a Vd. lo siguiente:

Desde pequeño he tenido un gran respeto y admiración por la mujer. Cuando mi mujer estaba embarazada de nuestro primer hijo, ese respeto y admiración creció exponencialmente. Cuando dio a luz a “nuestro primer hijo”, aumentó aún más. Cuando pude asistir al parto del tercero ya mi asombro y admiración fueron supinos. Ahora he estado viendo las ecografías (mucho más modernas y precisas) de mi primer nieto, que viene de camino. Si, viene de camino porque no para de crecer y desarrollarse. Se ve claramente que ya lo tiene todo: Mi hijo me hace ver su cabeza, su boca, sus ojos, sus manos y sus pies, su espina dorsal, su corazón latiendo. Se ve claramente que es un nuevo ser independiente de la madre, aunque viva de ella, alimentándose, resguardado hasta que venga a este mundo. Por así decir, todos estamos participando de este desarrollo con admiración y asombro. Hacemos bromas, nos reímos, le ponemos nombres posibles, según el gusto de cada cual. Aunque en eso, por lo general, quien manda es la madre, cuando ya esté en este mundo.

Este hecho tan elemental desde el principio de la Humanidad y de todos los seres vivos no puede ser “trastocado”, destruido, interrumpido, abortado como se aborta una operación militar de comandos o el despegue de un cohete espacial. Con la oportuna disposición legal y el acertado asesoramiento sicológico a la madre, el concebido pero no nacido, podría ser adoptado por parejas que quieren tener un hijo..., y no tendría que morir.

Tenemos derecho toda la familia a que ese “nuevo ser humano” nazca. Por eso los legisladores, sean quienes sean, están obligados por su naturaleza racional (creo que superior a la de los animales) a tomar las medidas legales, económicas, sociales necesarias para que ese nuevo miembro de la sociedad humana,-que en un futuro no muy lejano va a contribuir al desarrollo de nuestra sociedad y a pagar nuestras pensiones-, llegue a estar aquí, entre nosotros. Y, si es posible, llegue a ser un buen político. Su madre, sobre todo, se alegrará.

Confío en que todavía se pueda hacer legalmente algo para corregir este desastre de la civilización humana.

DAR COCES CONTRA EL AGUIJÓN

Dar coces contra el aguijón.
En estos días he tenido ocasión, por motivos familiares y de amistad, de asistir a varios funerales, visitar tres cementerios, conocer algún tanatorio, ver algunos ataúdes, contemplar en la TV. las visitas multitudinarias al lugar del descanso eterno de los seres queridos fallecidos recientemente o hace ya mucho tiempo, por todos los lugares de Europa, desde los confines de Rusia hasta Gibraltar; por toda centro América e Iberoamérica...; EEUU y Canadá. Se lo pueden creer que he visto, físicamente o con la imaginación, cientos de miles de millones de Cruces en casi todo “el mundo civilizado”. También en Monumentos, Castillos, Catedrales, ermitas, blasones y Escudos Nobiliarios de casas solariegas con siglos de existencia que han sido declaradas “bien de protección cultural”.
Pues bien, el día tres de Noviembre pasado, siete “magistrados” de la Corte Suprema de Estrasburgo (¡qué título más rimbombante!), que componen el Tribunal de Derechos Humanos le da a “una persona, una”, la razón; quitándosela a millones de personas. Están locos estos belgas. Como es sabido estar loco es perder la razón.
La Santa Sede ha recibido con "estupor" y "amargura" la decisión del tribunal. "Es equivocado y miope querer excluir a la religión de la realidad", ha afirmado. Y ha criticado que la Corte europea haya intervenido en una materia "tan profundamente ligada a la identidad histórica, cultural y espiritual de la Civilización Occidental". "No es por este camino", ha concluido, "como se ayuda a amar y compartir la idea de Europa".
He de confesar que a mí me gusta la media luna que luce en lo alto de algunas mezquitas, no en todas. Y respeto las costumbres y tradiciones del Islam, aunque algunas de ellas también se salten los esquemas y reglas jurídicas del Tribunal de Estrasburgo. ¡Vamos a respetar a todos!

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

LA INMACULADA CONCEPCIÓN
En este mundo tan dislocado y aparentemente pagano, -puesto que hay millones y millones de personas que no son paganos-, hay un lucero en medio de la oscuridad, la Estrella de la mañana, que ilumina y consuela a los seres humanos: La Virgen Inmaculada. Cantada desde hace siglos por los poetas (Rafael Alberti-1902, García Lorca, Gonzalo de Berceo, Calderón de la Barca, Cervantes, Gabriel y Galán, Góngora, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez, Manuel Machado, Pemán, Quevedo, Luis Rosales (Con un poema precioso “de cuan graciosa y apacible era la belleza de la Virgen Nuestra Señora”), Valle-Inclán, Lope de Vega, Zorrilla, etc; por los escritores, escultores (piénsese en Alonso Cano, sin ir más lejos). Por los pintores: Goya, .con una Inmaculada en el Museo del Prado preciosísima)-, Velázquez, El Greco, Zurbarán, y...tantos otros. Es dulce y piadoso creer que la infusión del alma de María se efectuó sin pecado original, de modo que en la mismísima infusión de su alma ella fue también purificada del pecado original y adornada con los dones de Dios, recibiendo un alma pura infundida por Dios; de modo que, desde el primer momento que ella comenzó a vivir fue libre de todo pecado. Sermón: "Sobre el día de la Concepción de la Madre de Dios", 1527. (Martín Lutero)
El dogma de la Inmaculada Concepción se proclamó el 8 de diciembre, de 1854. Pero ya dos siglos antes, un amante de la Virgen que no era ni sacerdote ni teólogo, había preparado el camino dándola a conocer por todo el mundo bajo ese magnífico título. Se trata del gran pintor español Bartolomé Esteban Murillo, quién vivió en Sevilla desde el año 1617 hasta 1682, y “exportó” al viejo y nuevo mundo esta inefable devoción, con innumerables cuadros de la Inmaculada que reflejaban sus atributos, sus virtudes y sus privilegios. Títulos de Grandeza: Hija de Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios. Reina de Cielos y Tierra. Madre nuestra. Uno de ellos está en Orlando (Florida), con el título de “Nuestra Señora del Universo”.