jueves, 24 de diciembre de 2009

BELÉN, TIERRA DE JUDÁ

Lo más importante de la navidad es Belén. En la lista de 754 bienes registrados por la Unesco como Patrimonio Mundial no aparece Belén. Por eso la ONU, siguiendo el ejemplo de Cesar Augusto, debería dictar un 'edicto' declarándola Patrimonio de la Humanidad. Una aldea pequeña, cuatro casitas, unas luces en la noche de hogueras o candiles de aceite. ¿Cuántos habitantes? Con motivo del Edicto de Augusto para el empadronamiento, Belén está lleno, al completo como se diría hoy. No había sitio para ellos en la posada.

Menudo apuro debió de pasar José, el esposo de María. Vergüenza no, porque era humilde, sencillo, -el hombre de más categoría humana de toda la Historia-, pero agobio, preocupación sí que tuvo al no encontrar para su esposa una 'clínica', un 'equipo médico', sino una cueva, un pesebre, y alguna buena mujer que le ayudó. Las dos criaturas más importantes de toda la Humanidad, -salvo el Niño-, que van a tener a su Hijo, se refugian en un establo. Pero, ¡cómo reluce ese establo! Lleva 2009 años reluciendo, más que ninguna estrella del firmamento, porque allí nace la Humanidad y se hace presente entre nosotros la Divinidad. Embobados deberíamos estar ante este hecho como un niño pequeño o mayor ante el juguete, el regalo, el último modelo de coche, de móvil, de perfume

Dos actitudes fundamentales hay que mantener en Navidad: Una, la admiración, el asombro, decía Juan Pablo II. Otra, la espera despierta y vigilante como los pastores que escucharon la buena nueva que les comunicaron los ángeles, y fueron los primeros en adorar al Niño Dios. César Augusto, ni se enteró.

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